¿Hablar abiertamente de sexo con nuestros hij@s?

Volvió a ocurrir. Estaba sentada en la mesa con mis hijas y me di cuenta de que la niña se estaba hurgando debajo de la falda. «No jugamos con la vulva en la mesa. Ve a lavarte las manos y termina de cenar», la regañé. Ella asintió, corrió a lavarse las manos y acabó con su cena.

Los niños pequeños se tocan. Mucho. Les resulta fascinante. Cuando eres niño, no tienes sentido de la vergüenza, del asco, ni del miedo a tu cuerpo. Tu cuerpo es lo que es. Hace lo que hace. Y todo lo que hace es sorprendente, porque no eres lo suficientemente mayor para sentir dolor lumbar. No es sexual… es un hecho.
La primera vez que encontré a mi hija jugando con sus genitales, no le dije absolutamente nada. Por un momento, me sentí paralizada por la indecisión. Estaba convencida de que no quería gritarle «¡no!» ni «¡para!». ¿De qué podía servirle si la regañaba? Obviamente, la situación era violenta y me sentía incómoda al ver a mi hija haciendo eso en el suelo del salón, pero ¿acaso tenía que enseñarle a temer o a ignorar su propia vagina?
Estuve pensándolo dos días sin parar, y al poco tiempo me dio una segunda oportunidad para reaccionar.

«Cariño, no se juega con la vulva en el salón», le dije. Lo cual sonó ridículo y extraño, pero verdadero, sin duda. «No pasa nada por tocarte la vulva, pero es algo privado y las personas tienen privacidad. Los únicos lugares en los que puedes tocarte la vulva son el baño y el dormitorio. Si quieres jugar con tu vulva, por favor, hazlo en tu cuarto».

 Ella sonrió y lo hizo, sin preguntar nada, porque lo de asociar una actividad a un lugar concreto funciona muy bien con los niños pequeños. «No se come en el baño y no nos tocamos la vulva en el salón» se convirtió en el nuevo mantra. Y al final, pasó a ser: «No nos tocamos la vulva en la mesa».
 
Se puede decir que tengo una visión positiva acerca de la sexualidad. Esto no significa que les cuente a mis hijas de 4 años lo espectacular que es el sexo. Simplemente, no hago que parezca algo que no es. Como padres, mentimos todo el tiempo, desde el Ratoncito Pérez hasta los Reyes Magos, mentimos mucho. Sobre el sexo, sin embargo, no miento.

No quiero que crezcan avergonzadas por su cuerpo o confundidas sobre su funcionamiento. No les cuento nada de cigüeñas, sino que hago el esfuerzo de ser sincera sobre la reproducción humana. Y sobre todo lo que implica.

Mentir a tus hijos sobre el sexo no ayuda a nadie. Contarles que el sexo «sólo ocurre entre mamás y papás» es una mentira que lleva a la confusión de los adolescentes con las hormonas revueltas. Contarles que el sexo «sólo es algo que ocurre entre personas que se quieren mucho» es una mentira que hace que esos adolescentes con las hormonas revueltas confundan amor con ganas y obsesión. Conlleva al falso silogismo: «Si me acuesto con esta persona, debe ser que estamos enamorados». O peor aún: «Si estoy enamorado de tal persona, tengo que tener relaciones sexuales con él o con ella». ¿Cuántas tragedias de adolescentes empiezan con esta idea equivocada?
Lo cierto es que a (casi) todos los seres humanos nos gusta el sexo. Está bien. Así debe ser, pues, si no lo fuera, sería el fin de la raza humana. Lo cierto es que el sexo no es algo especial o mágico sólo porque sea sexo. Lo cierto es que puedes tener sexo espectacular con desconocidos y ni siquiera conocer su nombre. Lo cierto es que, sólo porque puedas, no significa que necesariamente debas hacerlo.

En esto consiste la crianza con una visión positiva acerca de la sexualidad. No contar mentiras sobre el sexo a mis hijas para que eviten comportamientos que no considero saludables.Consiste en contarles la verdad, la verdad por completo, y dejar que experimenten por sí mismas para que puedan tomar decisiones correctas.

Consiste en contarles que el sexo es bueno, pero que puede ser peligroso si no tienes cuidado. Consiste en enseñarles a pedir a sus compañeros que utilicen condones, y a comprar sus propios condones si planean tener relaciones. Es enseñarles que aunque el sexo sienta bien, pueden aprender también a sentirse bien por sí mismas (pero no en la mesa de la cocina).

Es explicarles que el sexo combinado con amor es el mejor tipo de sexo, el trascendente, que crece del amor y crea una intimidad casi imposible de encontrar en otro lugar; que el sexo no siempre es así, aunque sea con una persona a la que amas. Que el sexo puede acabar en embarazo, aunque sea con protección, así que te comprometes a asumir las consecuencias.

Consiste en contarles que no son malas ni pecaminosas por experimentar sentimientos sexuales. Ni por acostarse con alguien. Se trata de enseñarles que el sexo pasa, independientemente de si la gente toma buenas o malas decisiones. Consiste en darles las herramientas para garantizar que cuando estén preparadas, sean inteligentes, precavidas y conscientes.

Hay muchas comparaciones en una escala de grises en lo que a la educación sexual se refiere. Algunas personas piensan que una vez que los niños llegan a la pubertad, si no tienen mucho miedo al sexo, practicarán todo lo que puedan y cuantas veces puedan. Hay mucha educación sexual basada en la abstinencia, que consiste en advertir a los niños que EL SEXO DA MIEDO, QUE NO LO HAGAN, aunque parece que se trata de un programa con menos éxito que nunca  nadie haya inventado.

Explicar a los niños la verdad sobre el sexo no consiste en darles permiso para que lo hagan (y esta es la parte más importante), porque cuando llegue el momento adecuado, nadie tendrá derecho, aparte de ellos mismos, de impedírselo.

Esto es lo que trato de recordar cuando les digo cosas como: «No nos tocamos la vulva en la mesa». El sexo es algo que SÓLO ocurre cuando las dos personas QUIEREN que ocurra. Esto significa que las únicas personas del mundo entero con potestad para hablar sobre si mis hijas tendrán relaciones sexuales o no son mis propias hijas. 

No les voy a decir si deben o no tener sexo, pero tampoco les voy a decir que no pueden. Son ellas las responsables. Su cuerpo, su decisión. No quiero ser la que siente un precedente para que otra persona llegue a decirles qué hacer con su cuerpo, especialmente en lo que a su sexualidad se refiere. No quiero ser la puerta de entrada para que llegue un novio manipulador y maltratador en potencia.
 
Así que pongo límites. Lugares apropiados. Higiene. Enseño a mis hijas que pueden tocar su cuerpo sin pedir permiso. Cuando empiezo a picarlas y me dicen «para», yo me paro. Y cuando hablamos sobre alguna amiga embarazada, hablamos sobre úteros, esperma y óvulos. La mayoría de las veces, no resulta incómodo. La mayoría de las veces, verifico la información y la conversación dura 15 segundos.
 
Algún día, la conversación se pondrá bastante más fea. Algún día, tendremos que hablar sobre la violación, el consentimiento explícito y entusiasta, y la anticoncepción. Algún día, tendremos que hablar sobre masturbación saludable y pornografía y expectativas realistas sobre el sexo y las parejas sexuales, y sobre la imagen corporal y la falta de vergüenza de nuestro cuerpo. Estas conversaciones no van a ser tan breves ni tan directas.
«No nos tocamos la vulva en la mesa». Es absurdo, pero todas las piezas son importantes. Es una pequeña lección sobre la seguridad y el consentimiento y la propiedad social. No creo que sea capaz de decir seriamente: «La virginidad no se pierde en el asiento de atrás de un coche después de una fiesta de fin de curso», sino más bien:

«Para tener relaciones sexuales hay que pensárselo muy bien antes y, ante todo, si estás decididas, hay que hacerlo con cuidado y protección, con total seguridad en la madurez de la pareja y en nuestra capacidad de asumir las repercusiones si contraemos una enfermedad o nos quedamos embarazadas».

Si soy capaz de decir a mis hijas que «debemos» tener cuidado, ellas sabrás que, a pesar de lo que suceda, sigo estando de su lado. Que estaré para apoyarlas. Aunque cometamoserrores, seguiré a su lado para ayudarlas a que vuelvan a hacer bien las cosas.
Traducción de Marina Velasco Serrano

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  2 pensamientos en “¿Hablar abiertamente de sexo con nuestros hij@s?

  1. José M.
    9 abril, 2015 en 7:12 pm

    Buen artículo, sencillo, franco, no hay recetas. La conducta real de los padres también permite que exista o no congruencia en lo que se conversa o propone y eso valida mucho el que un hijo siga los consejos o no. Siempre que converso con los mios, que son dos, quedo con la sensación si dije poco o dije demás. El tiempo me ha enseñado que hablarlo una primera vez rompe barreras y después es mucho más fácil. A esta altura como ya han crecido hacen preguntas o piden aclaraciones lo que me confirma que hemos orientado y apoyado en gran medida.

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